Dimensión psicológica del aborto: Una visión espírita

Debido al desarrollo científico, se ha comprobado que el inicio de la vida humana empieza desde el momento de la fecundación (Velayos, 2000). La doctrina Espírita, como ciencia de observación y doctrina filosófica, reconoce a la vida como el primer derecho natural del ser humano (Kardec, 1857). De manera que el movimiento Espírita Colombiano se sitúa en contraposición a la despenalización del aborto a menos que la vida de la madre esté en peligro (Kardec, 1857).

Las discusiones en torno a las implicaciones de la interrupción voluntaria del embarazo atañen a lo individual y colectivo, así como a las dimensiones del desarrollo humano en torno a lo biológico, psicológico, social, y espiritual; lo cual invita a una revisión minuciosa de los argumentos en contra de este debate, debido a sus inminentes e irremediables implicaciones para el progreso intelecto-moral de la humanidad.

Ahora bien, haciendo énfasis en la dimensión psicológica del aborto y en las implicaciones que tiene en la salud mental, a pesar de que se identifica una gran divergencia en la literatura académica (Major, 2009; Yamamoto et al., 2011), una revisión de los principales estudios publicados desde 1995 a 2016 sobre sus riesgos asociados, organizado por los tipos de síntomas, muestra un patrón consistente y estadísticamente significativo que indica que las mujeres que abortan están en mayor riesgo de tener muchos problemas de salud mental; resaltando que no hay hallazgos de beneficios para la salud mental asociados (Estos estarían representados por toda la línea de confianza del 95 % por debajo de 1,0) (Reardon, 2018). Así como la minoría de los análisis que no muestran tasas más altas estadísticamente significativas de resultados negativos no contradicen a los que sí lo hacen (se muestra por el límite superior del 95 % de confianza superpuesto al IC del 95 % inferior de los estudios estadísticamente significativos) (Reardon, 2018). Al igual, la revisión sistemática de Rue, Speckhard, Rogers & Franz (1987) concluyó que todos los estudios psicológicos evidenciaron algunas secuelas negativas durante al menos una proporción de mujeres estudiadas y que la literatura clínica es más convergente que divergente en la identificación de la realidad del trauma post-aborto para algunas mujeres; las secuelas psicológicas negativas del aborto existen en un continuum de leve a severo. Evidencia que demuestra la necesidad imperante de la realización de acompañamiento psicológico (Benute, 2009).

La evidencia clínica muestra que el aborto puede producir estrés, se experimenta como un factor de estrés psicosocial dependiendo de la manera en que las personas conciben el trauma, como de si definen a sus fetos como humanos y de que hayan podido formar cierto nivel de apego (Conklin & O’Connor, 1995; Speckhard & Mufel, 2003). Por otra parte, si tuvieran un cambio de la percepción que tienen del feto como humano en algún momento posterior al aborto, también se puede redefinir la experiencia para algunas mujeres como traumática (Speckhard & Rue, 1992).

En consonancia, revisiones sistemáticas identificaron riesgos para la salud mental tales como: sentimientos de culpa (Congleton & Calhoun, 1993; Franz & Reardon, 1992; Coleman, 2011; Fergusson, Horwood & Boden, 2011; Thorp, Hartmann & Shadigan, 2005, citado en Pourreza & Batebi, 2011), trastornos de ansiedad, el uso indebido/abuso de sustancias y el suicidio, remordimiento (Coleman, 2011; Fergusson, Horwood & Boden, 2011; Thorp, Hartmann & Shadigan, 2005, citado en Pourreza & Batebi, 2011), desórdenes alimenticios, terror nocturno y baja autoestima (Thorp, Hartmann & Shadigan, 2005); depresión (Benute, 2009 & Reardon, 2009 citado en Yamamoto et al., 2011; Coleman, 2011; Reardon, 2018; Thorp, Hartmann & Shadigan, 2005; Trybulski, 2005), trastorno de estrés postraumático (Engelhard, 2003 & Bowles et al., 2006), sentimientos abrumadores de pérdida y duelo (Benute, 2009; Coleman, 2011; Congleton & Calhoun, 1993; Franz & Reardon, 1992); síndrome post-aborto (Rue, 1986; 2014; Wilmoth, 1988); conflicto con la relación con la divinidad (Trybulski, 2005). Además, la recurrencia de los pensamientos sobre el aborto a través del tiempo indica que es una experiencia que no se limita en el tiempo en sus efectos e influencia debido a que sus manifestaciones son intermitentes y se encuentran presentes por años (Trybulski, 2005).

Se observó además, que a diferencia del estudio de Major et al. (2000), que informa que el apoyo familiar y social influye en el ajuste emocional de las mujeres que abortaron, el estudio de Benute (2009) encontró que este apoyo no tuvo influencia en la reacción de la respuesta emocional a la ansiedad y la depresión. Se desencadena un conflicto debido a los comportamientos que no concuerdan con las normas sociales y morales que se asientan en las sombras puesto que constituye una desviación del patrón de conducta socialmente esperado, ya que la maternidad aún se reconoce como inherente a la mujer (Benute, 2009).

Ahora bien, a pesar de que informes de la Asociación Psicológica Americana (2008) y el Real Colegio de Psiquiatras (Centro Nacional Colaborador para la Salud Mental, 2011) en el Reino Unido han promulgado de manera recurrente que el aborto en el primer trimestre no pondría en mayor riesgo la salud mental de la mujer si ésta eligiera el parto, esto contrasta altamente con dos metanálisis que muestran que las mujeres con antecedentes de aborto experimentaron un aumento del 36-81% de riesgo de padecer problemas de salud mental a nivel general (Coleman, 2011 y Fergusson, Horwood y Boden, 2011). De hecho, un estudio reciente de Mota, Burnett & Sareen (2010) reportó que entre un 5.8% y un 24.7% de la prevalencia de por vida de ciertos trastornos mentales en los Estados Unidos podría prevenirse si las mujeres no eligieran el aborto.

En torno a los datos previos, se denota que si el aborto electivo fuera nada más que la extirpación de células o tejidos anodinos, sería altamente improbable que tal procedimiento pudiera causar algún daño psicológico significativo, mucho menos ser traumático o inducir al duelo. Por otro lado, si el aborto electivo fuera una experiencia de muerte humana causada intencionalmente, entonces es probable que para algunas mujeres, hombres y otras personas significativas se pudieran manifestar síntomas profundos de depresión, duelo y pérdida traumática (Rue & Coleman, 2014).

De manera que la anterior revisión literaria muestra clara evidencia en torno a los efectos negativos del aborto en las mujeres que lo realizan, pero poco se tienen en consideración en el debate las afectaciones en la salud mental de personas que vivieron la posibilidad de ser abortados, ya sea de manera espontánea o inducida. Por otra parte, los efectos negativos del aborto muchas veces no suelen ser identificados inmediatamente por las mujeres y los profesionales de la salud, por ser un tema que suele permanecer reprimido y en silencio debido a los sentimientos de culpa y remordimiento que genera, lo que posibilita que se instaure y persista el conflicto psicológico en lo profundo de la psique, apareciendo a través de otros síntomas disfuncionales sin cobrar relevancia hasta que se reconoce la asociación. Aspecto que genera sesgos metodológicos en los estudios sobre el tema.

En este sentido, un estudio de psicología prenatal con casos clínicos de abordaje psicoanalítico del Dr. Sonne (1995) profundizó en el proceso psicoterapéutico de dos hombres que poseían fobias a túneles, puentes y a relaciones interpersonales que resultaron ser un derivado transferencial de un temor subyacente a ser y tener el deseo de ser abortado. Ambos sancionaban el aborto realizado por ellos mismos y de otros niños no nacidos; sus asociaciones y sueños se caracterizaron por temores de aniquilación en agujeros o contenedores e imágenes/procesos mentales de ausencia de forma y atemporalidad similares a las que se observan en las condiciones límite y las psicosis, se sentían que iban a la deriva por la vida, vivos pero no vivos. A pesar de estar por años en terapia, los avances fueron pocos hasta que se identificó la conexión entre el aborto y los sentimientos de pavor, el terror de ser abortados había estado influenciando negativamente la conciencia de sí mismos y sus relaciones interpersonales; luego de esta asociación mostraron gran disminución de los síntomas y un cambio en los procesos mentales, así como el desarrollo de un sentido más sólido de la presencia y la autoafirmación, y el enriquecimiento del lenguaje expresivo. Lo que denota puntos ciegos en el análisis y la necesidad de modelos de terapia y de la mente que incluyan las experiencias prenatales como influencias importantes en la vida posterior (Sonne, 1995).

Ahora bien, el Espiritismo al propender por una psicología integral, más allá del paradigma newtoniano-cartesiano de corte materialista y mecanicista, concibe una nueva estructura del ser humano mediante la investigación de los cimientos psíquicos del ser y sus estados alterados de conciencia. Con los avances de la física cuántica, la parapsicología, la psicotrónica, la psicobiofísica y de la biología molecular, se hace viable observar y estudiar los fenómenos anímicos y mediúmnicos que exceden la capacidad de análisis de los modelos reduccionistas de la psicología tradicional, para una interpretación más racional y coherente del ser pensante sin descartar la posibilidad de la procedencia y la supervivencia de la conciencia a la concepción fetal, así como a la anoxia cerebral, con base en la premisa del Espíritu. De tal forma, los estudios sobre las experiencias de casi muerte denotan la existencia de una conciencia más allá de la vida cerebral, abriendo nuevas preguntas sobre la existencia de una conciencia extracorpórea que el modelo psicológico actual no logra abordar con las respuestas acertadas, fracturando la estructura limitada que requiere ser dilatada para una mirada integradora (Moody, 1975).

Este bagaje teórico-práctico posibilita a la psicología contemporánea la comprensión de niveles más profundos de la conciencia humana, concibiendo la amplitud de la vida espiritual antes de la cuna y después del sepulcro, aspecto que aporta al análisis de las causas anteriores de los traumas que no logran ser identificados en las experiencias, ya sea de la primera infancia, del parto o el período prenatal. Así como los estudios clínicos que, por medio de la regresión con hipnosis, las drogas psicodélicas y la terapia de vidas pasadas, logran intervenir efectivamente conflictos psicológicos no resueltos por la terapia psicológica convencional, sustentando los efectos terapéuticos de las mismas; al igual que remiten a la noción de la existencia de un inconsciente pasado con un archivo de memorias anteriores a la actual existencia en la que los participantes experimentan las sensaciones y percepciones de las vivencias anteriores, sanando las secuelas psicológicas que estaban afectando negativamente las relaciones consigo mismos, de pareja, familiares y comunitarias (Bowman, 2010; Franco & De Angelis, 1997; Netherton, 2013; Weiss, 1988; Grof, 1980).

En conclusión, la perspectiva psicológica del aborto que propone la visión Espírita, desde una Psicología Transpersonal, posee argumentos que son viables de ser tenidos en consideración, más allá de los debates meramente academicistas del paradigma moderno. Así, esta óptica propende por el respeto a las leyes inmutables de la vida, el derecho a la vida. Orientando a los educandos interesados en el desarrollo integral de su ser transpersonal, el espíritu inmortal, al autodescubrimiento y al autoencuentro amoroso para la conquista de sí mismos; en torno al ejercicio del deber y de los derechos humanos inalienables para jalonar una salud mental integral, como la perfecta armonía del alma, que propicie la felicidad, la autorrealización y la plenitud del Ser (Franco & De Angelis, 1997).

Articulo  escrito por Amira Aguilera Char, para Opinión Espírita  CONFECOL

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