La desencarnación es la liberación por parte del Espíritu del cuerpo perecedero. Sin embargo, esa separación presenta tantos matices como comportamientos tiene el ser humano en su proceso reencarnatorio. Por ello, “la perturbación espiritual después de la muerte será el resultado del comportamiento de cada criatura mientras se encuentra bajo las imposiciones orgánicas1”. En ese sentido, las sensaciones que preceden y siguen a la muerte son tantas, que dependerá de las condiciones morales del Espíritu. Su actitud ante los compromisos de variado orden asumidos al encarnar responderán por los méritos y deméritos logrados o no al abandonar la Tierra.
Resumiendo, podemos afirmar con seguridad que al desencarnar, regresamos al Mundo Espiritual, de donde provenimos. Sin embargo, siendo coherentes con lo que nos enseña la Doctrina Espírita, deberíamos ser expertos en el tema, considerando que hemos muerto tantas veces como reencarnaciones hemos tenido. Así lo corrobora la autora espiritual Juana de Ángelis: “no es la primera vez que ocurre la muerte del cuerpo, en el viaje de la evolución de los seres. El olvido del fenómeno, de manera alguna, puede ser considerado algo desconocido por el espíritu, que ya lo vivenció antes”. Y continúa: “una profundización mental demuestra que la muerte no duele, no produce pavor, sino el estado psicológico de cada uno, con relación a la misma, transfiere íntimas impresiones hacia el exterior, dando curso a manifestaciones necias2”.
En el campo de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), son múltiples las historias narradas por aquellos que fueron declarados formalmente muertos según la ciencia. Cuentan con lujo de detalles las diferentes experiencias vividas en su corto peregrinar por el mundo espiritual, donde cada quien, con su visión particular en torno a creencias religiosas y culturales, detallan con minuciosidad lo experimentado. Van desde su paso por el cielo, la travesía por el ya conocido túnel oscuro y la luz al final del mismo, hasta visitas al infierno, con todo el caudal de tormentos que ello conlleva, de acuerdo a lo expresado por el sacerdote Gerald Johnson de Michigan3, luego de sufrir un ataque al corazón. Quizás lo más rescatable de quienes lo cuentan, es cómo esta experiencia afecta profundamente su existencia, sobre todo en sus ideas con relación a la muerte y la nueva visión con que observan la vida.
En la literatura espírita, encontramos todo un caudal de información que nos reafirma, no solo la importancia del nivel vibracional en que nos encontramos al momento de la desencarnación, sino también la necesidad de reconsiderar la forma en que encaramos la vida, muchas veces alejada de los principios cristianos, donde encontramos la nutrición moral y el equilibrio saludable necesario para nuestro Espíritu. De tal manera que, cuando desencarnemos, la muerte no nos duela, tal como nos lo enseñan los Espíritus Superiores.
Queremos referenciar solo una obra, de las muchas que existen en el espiritismo, y que nos ayudan a entender algo mejor el tema de este artículo: En “Cartas de una Muerta”, la madre de Chico Xavier, María Joao de Deus, cuenta sus experiencias al regresar a la patria espiritual, explicando que: “los primeros días transcurridos después de la muerte fueron muy amargos y dolorosos…”, asegurando más adelante que “reconociéndome llena de vida, no obstante, los dolores, paralizaban mis sentidos como en una rara atmósfera de ensueño…”.
Si desde la espiritualidad nos aseguran “que son los mismos habitantes de ese mundo los que vienen a describirnos su situación4” y que “si se observa la serenidad de algunos moribundos, y las terribles convulsiones de la agonía de otros, se puede deducir por anticipado que las sensaciones experimentadas no siempre son las mismas5”. Conforme asevera un proverbio popular: “Tal vida, cual muerte”. En consecuencia, el morir bien o mal depende fundamentalmente de la opción personal y de la buena utilización de los recursos del libre albedrío, donde los caminos de la paz o la violencia, del esfuerzo o la inercia serán importantes en los caminos del progreso espiritual, pues nadie ascenderá sin las luchas del esfuerzo personal.
Siendo la muerte inevitable, debemos vivir preparados para cuando ella se digne en visitarnos, con su carga de aflicción para aquellos que quedan en la retaguardia, aguardando ellos, tal vez, el momento en que también los visite.
Bibliografía
1 Manoel P. Miranda, Temas de la Vida y de la Muerte, 4. ed., p. 96.
2 Divaldo Franco & Juana de Ángelis, La conquista del Self, vida y muerte; El ser consciente. Pág.114, Ediciones Juana de Ángelis, Buenos Aires.
3 https://www.esquire.com/es/ciencia/a42600207/experiencia-cercana-muerte-infierno-tiktok/, visitada el 27 de mayo de 2023.
4 Allan Kardec, Por qué los espíritas no temen a la muerte, El Cielo y el Infierno, primera parte, cap. II, ítem 10.
5 Ibidem, La transición, segunda parte, cap. I, ítem 2